lunes, marzo 28, 2011

Carta de Noam Chomsky exigiendo la abolición de la ley Gayssot

Noam Chomsky, filósofo judío norteamericano que exige la abolición de las leyes represivas contra los revisionistas

La ley Gayssot fue aprobada en Francia cuando el imparable avance del revisionismo histórico y la impotencia de los historiadores oficiales, incapaces de refutar o siquiera de responder razonablemente (sin hacer el ridículo) a los argumentos de los historiadores revisionistas en un debate libre y abierto, llevó a las autoridades sionistas de ocupación de Europa a promulgar una serie de normas penales abusivas que vulneran la declaración universal de los derechos humanos y permiten encarcelar, por meros delitos de opinión, a los críticos anti-sistema, sin que la prensa "democrática", ONGs como Amnistía Internacional ni prácticamente nadie, a excepción de los propios revisionistas, muevan un dedo en favor de los represaliados. Pero decir "nadie" sería injusto cuando, precisamente, el más importante intelectual norteamericano, de origen judío, a saber, Noam Chomsky, lleva mucho tiempo denunciando esta obscena represión, sin que, en términos generales, se tenga la indecencia de pretender que Chomsky sería un neonazi camuflado o cosa por el estilo. Reproducimos a continuación una carta de Noam Chomsky exigiendo que se ponga en libertad a un revisionista ultracatólico francés encarcelado por sustentar opiniones distintas a las arrojadas cada día por la asfixiante telepantalla orwelliana. En el texto, reclama Chomsky también que la ley Gayssot sea definitivamente abolida:

I understand that Vincent Reynouard has been condemned and jailed under the Gayssot law, and that a petition is being circulated in protest against these actions. I know nothing about Mr. Reynouard, but regard the Gayssot law as entirely illegitimate, inconsistent with the basic principles of a free society as these have been understood since the Enlightenment. The law in effect grants the state the right to determine historical truth and to punish departure from its edicts, a principle reminiscent of the dark days of Stalinism and Nazism. If the justification of the Gayssot law is to ban « horrendous views« , or to protect the right to »live free from fear of an atmosphere » of prejudice and racism, then it should be obvious that, if such laws were applied impartially, they would criminalize a vast range of public discourse, which, however despicable one may find it, should certainly be permitted in a free society, and indeed is, with no question being raised.

Accordingly, I would like to register my support for the petition protesting the application of this law in this (or any) case.

Noam Chomsky, September, 5th 2010.

Cuando me preguntan qué podemos hacer contra el estamento político oligárquico, mi respuesta es muy clara: el dogma central del sistema es el holocausto, tenemos el deber moral e intelectual de cuestionar esta narración mítica que sólo sirve para enterrar en el olvido los genocidios sionistas y comunistas. Pero si negamos Auschwitz, nos arriesgamos a que nos metan en prisión en países como Francia, Alemania o Canadá. Ahora bien, siempre podemos manifestarnos contra las leyes represivas, cuya abolición significaría la caída del dispositivo de poder criminal, incompetente y corrupto que nos oprime. No tenemos que defender ni reivindicar el nazismo para negar la validez de unas normas inquisitoriales que, como el propio Chomsky afirma, recuerdan precisamente las de los regímenes autoritarios que pretenden supuestamente combatir.

El (anti)fascismo es un fenómeno unitario, pero de extremada complejidad. La suya es una unidad dialéctica. Somos gobernados por una extrema derecha racista y supremacista, el sionismo, cuyo poder doctrinal se basa precisamente en la negación de su pariente más próximo, léase: el nazismo. No se puede condenar el poder sionista sin condenar una ideología que fue la consecuencia de la pura  y simple inversión de la herencia segregacionista hebrea, perpetrada por el antisemitismo cristiano, el cual aplicaba en su fórmula nazi el versículo 8,44 del Evangelio de San Juan de la misma manera que Josué aplicaba el anatema a los gentiles de la antigua Canaán o los israelíes aplicaron a los palestinos el Plan Dalet en 1948. Tardaremos décadas en hacer comprender esto a quienes, desde las posiciones revisionistas, pretenden rehabilitar el fascismo derechizado o cualquier otra variante de la extrema derecha. Personas que rechazan el sionismo pero reivindícanse como católicos y sostienen absurdos delirantes como que Jesús era "ario". Nuestra lucha comporta un titánico esfuerzo por la verdad, la democracia y los derechos humanos. No hay auténtica democracia sin verdad, ni derechos humanos sin democracia real, asamblearia, participativa... Que nadie se equivoque. La reivindicación de una historiografía científica, veraz, favorece aparentemente al nazismo, porque las afirmaciones que se han hecho en relación con el holocausto son tan horrendas, que la simple restauración de la objetividad se confunde, como ya hemos subrayado en varias ocasiones aquí, con la defensa de este régimen. Hemos de pasar por semejante calvario, es decir, que nos acusen de "fascistas" (=criminales), para llegar al fondo de las cosas y darle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Pero el final del camino nada tiene que ver con la instauración de un nuevo fascismo, es decir, de un fascismo blanqueado por la revisión histórica. Nuestra causa no puede tener nada que ver con dicha pretensión porque el nacional-socialismo negó la verdad con la misma indecencia que hácenlo hoy quienes quieren encarcelarnos por el mero hecho de no someternos al dogma antifascista, o sea, por no creer en las mentiras propagandísticas evacuadas actualmente por los más directos parientes de los nazis: los sionistas.

En las grandes guerras del siglo XX no combatieron el progreso contra la barbarie, ni la democracia contra el totalitarismo, sino que tres ideologías antidemocráticas se disputaron el control del planeta: sionismo, fascismo y comunismo. Venció, a la postre, el sionismo. De las tres, la que comparativamente menos atrocidades tuteló fue el fascismo. Esta es la realidad que quiere ocultársenos minimizando los  genocidios, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados por los vencedores. Algo opone el "fascismo" a la oligarquía: es el vocablo que -en la jerga de aquélla- mienta la negación del sistema vigente. De ahí su valor crítico, que no cabe confundir con la sustancia histórica real de los estados u organizaciones fascistas. Fascismo, comunismo y sionismo no son idénticos, por cierto. Pero tienen algo en común: niegan la genuina democracia y, ella, la conditio sine qua non misma de la verdad, la cual no puede ser impuesta por la fuerza o la manipulación, sino sólo libremente aceptada si quiere ostentar un carácter ético.

Quien tenga oídos para oír, oiga.

Jaume Farrerons
28 de marzo de 2011

Versión francesa de la carta de Noam Chomsky:

J’apprends que Vincent Reynouard a été condamné et mis en prison au nom de la loi Gayssot et qu’une pétition circule pour protester contre ces mesures. Je ne connais rien à propos de Monsieur Reynouard, mais je considère la loi Gayssot comme complètement illégitime et en contradiction avec les principes d’une société libre, tels qu’ils ont été compris depuis les Lumières.


Cette loi a pour effet d’accorder à l’Etat le droit de déterminer la vérité historique et de punir ceux qui s’écartent de ses décrets, ce qui est un principe qui nous rappelle les jours les plus sombres du stalinisme et du nazisme.


Si la justification de la loi Gayssot est d’interdire les « opinions abominables » ou de faire respecter le droit « de ne pas craindre de vivre dans un climat » de préjugés et de racisme, alors il devrait être évident que, si de telles lois étaient appliquées de façon impartiale, elles rendraient illégales une grande partie des propos exprimés publiquement qui, même si on peut les considérer comme ignobles, devraient certainement être autorisés dans une société libre et qui, en fait, le sont, sans même que cela ne soulève la moindre question.


Par conséquent, je souhaite exprimer mon soutien à la pétition contre l’application de cette loi dans le cas de Monsieur Reynouard (ou dans tout autre cas).


Le 5 septembre 2010.

Leer más:

http://www.agoravox.fr/tribune-libre/article/noam-chomsky-pour-l-abrogation-de-81027

sábado, marzo 12, 2011

Zwischen 8 und 13 Millionen Deutsche wurde von amerikanischen, britischen, französischen und sovietischen Behörden getötet

 

Dresden 1945

Wie bekommen langsam eine Ahnung von der Anzahl der Deutschen, egal ob Zivilisten oder unbewaffnete Soldaten, die im Laufe des Zweiten Weltkrieges oder danach von den Amerikanern, Franzosen, Briten und Russen getötet wurden. Die Zahl ist erschreckend. Von 6 und 13 Millionen Opfern ist die Rede. Die Dunkelziffer liegt jedoch weitaus höher, da im Namen der Menschenrechte weitere Verbrechen verübt wurden. Die Ideologie der Menschenrechte hat den Volksmord erlaubt. Heute ist man sich über die Verbrechen bewusst und Gedenkt der Opfer an zahlreichen Trauertagen und speziell hierfür eingerichteten Plätzen.  Hier die Zahlen im Überblick:



Erstens. 1.100.000 deutsche Zivilisten wurden von den britischen Bombardements getötet. Die ausgeklügelt Technik dieses Vernichtungskrieges hat schon vor dem Holokaust 15 Millionen Kinder, Frauen und alte Menschen lebendig verbrennen lassen.



Zweitens. 12.000.000 deutsche Zivilisten wurden von Polen und Russland aus Schlesien, Pommern und Preußen ausgewiesen. Heute bezeichnet man solch einen Akt als "Verbrechen gegen die Menschheit". Aber die Deutsche bleiben ausserhalb des Menschheit.




Vertreter, Verräter und Verbrecher: "Alles Gute kommt von oben"


Viertens. 1.000.000 unbewaffnete deutsche Soldaten starben in amerikanischen und französischen Konzentrationslägern auf Grund von Hunger, Misshandlung und Folter. Die Deutschen hingegen beachten im Bezug auf amerikanische, britische und französische Gefangene stets die Genfer Konvention.



Fünftens. Zwichen 1.000.000 und 1.500.000 deutsche Soldaten starben in den sovietischen Konzentrationsläger durch dieselben Umstände.



Sechstens. Zwischen 4.000.000 und 8.000.000 deutsche Zivilisten wurden nach 1945 von amerikanischen Behörden verhungern lassen. Die Strafpolitik wurde von dem amerikanisch-jüdischen Banker Henry Morgenthau angewandt.


Siebtens. Opfer (Volksdeutsche) in Mitteleuropa (Sudetenland, Hungarn...): zwischen 1.000.000 und 1.500.000 Millionen wurde im Laufe anderer Ausweisung getötet.



Ohne Berücksichtigung des holokaust wurden schon am Ende des Ersten Weltkrieges nach 1918 von den britischen Behörden 400.000 Kinder, Frauen und alte Menschen wegen Absperrungs auf See getötet . Der Plan von Theodore N. Kaufman und Henry Morgenthau war es diesen Plan zu erweitern.

"Alles Gute" ist hier
Zwischen 8 und 13 Millionen Deutsche wurden getötet und es hab mehr als 25 Millionen Deutsche wurden Opfer von Verbrechen gegen die Menschenrechte und Völkermord. Was macht die deutsche Regierung mit diesen Fakten? Was machen die Verteidiger der Menschenrechte? Wie lange herrscht noch Schweigen und Vergessenheit um die unschuldigen Opfer? Es wird Zeit zu handeln!

DEUTSCHLAND ERWACHE!



Jaume Farrerons
Philosoph
Spanien

martes, marzo 08, 2011

Anotaciones preliminares sobre las causas del holocausto (7)

Julius Streicher, antisemita.










Continuamos con las anotaciones sobre los factores que pudieron desencadenar el holocausto. En este momento, y siguiendo el post anterior de la serie, nos interesa aclarar si el judaísmo es o no racista. El testimonio de Israel Shahak resulta aquí decisivo, y ya sabemos ahora cuál es. En su obra sobre Sionismo y fascismo, de la que ya nos ocuparemos extensamente en su momento, el también hebreo y trotskysta Lenni Brenner reconoce las semejanzas doctrinales y hasta los acuerdos políticos entre el sionismo y el nacional-socialismo, pero atribuye tales coincidencias a una nefasta influencia de los nazis sobre los nacionalistas judíos. Los hechos demuestran, empero, lo contrario. El racismo biológico se cuece en el seno del propio judaísmo antes de pasar al sionismo, y es éste el que lo transmite, invertido, al antisemitismo y, finalmente, al nacional-socialismo, ya sea directamente, ya a través de los filosofemas racistas inscritos en la propia herencia religiosa hebrea clásica. Nada menos que Julius Streicher, quizá el más famoso antisemita de la historia, reconocerá en el juicio de Nüremberg que los nazis se limitaron a hacer suya la doctrina del pueblo elegido, invirtiendo su sentido:

Durante el proceso contra los criminales de guerra de Nüremberg, en el curso del interrogatorio del teórico de la raza Julius Streicher, le formularon la siguiente pregunta: En 1935 en el Congreso del Partido en Nüremberg fueron promulgadas las leyes raciales. Durante la preparación de este proyecto de ley ¿fue llamado a consultas y participó de alguna manera en la elaboración de estas leyes?

Acusado Streicher: Sí, creo haber participado en el sentido de que, desde hacía años, venía escribiendo que sería necesario impedir en el futuro toda mezcla de sangre alemana y de sangre judía. Escribí artículos en este sentido y siempre repetí que debíamos tomar a la raza judía o al pueblo judío como modelo. He repetido siempre en mis artículos que los judíos debían ser considerados una modelo para las otras razas, pues ellos se dieron una ley racial, la ley de Moisés que dice: Si vais a un país extranjero, no debéis tomar mujeres extranjeras. Y esto, señores, es de una importancia extraordinaria para juzgar las leyes de Nüremberg. Fueron estas leyes judías las que se tomaron como modelo. Cuando siglos más tarde el legislador judío Esdras constata que, a pesar de ello, muchos judíos se habían casado con mujeres no judías, estas uniones fueron deshechas. Este fue el origen de la judería que, gracias a sus leyes raciales, ha subsistido durante siglos, mientras que las demás razas, y todas las otras civilizaciones, han sido aniquiladas (Tribunal Militar Internacional, Tomo XII, 321, 26 de abril de 1946; Garaudy, R. Los mitos fundacionales del Estado de Israel, Barcelona, Historia XXI, 1997, p. 33, trad. José Luis Jérez Riesco).

La propia Hannah Arendt, filósofa judía y sionista, reconoce en parte el escándalo, que parece quedar reducido a una simple "paradoja" de la acusación de Nüremberg:

Hannah Arendt, filósofa judía y sionista,
 amante de Heidegger en su juventud

Al igual que todos los ciudadanos de Israel, el fiscal Hausner estaba convencido de que tan sólo un tribunal judío podía hacer justicia a los judíos, y de que a éstos competía juzgar a sus enemigos. De ahí que en Israel hubiera general aversión hacia la idea de que un tribunal internacional acusara a Eichmann, no de haber cometido crímenes "contra el pueblo judío", sino crímenes contra la humanidad, perpetrados en el cuerpo del pueblo judío. Esto explica aquella frase injustificada, "nosotros no hacemos distinciones basadas en criterios étnicos", que pronunciada en Israel no parece tan injustificada, ya que el derecho rabínico regula el estado y condición de los ciudadanos judíos, de modo que ninguno de ellos puede contraer matrimonio con persona no judía, y sin bien los matrimonios celebrados en el extranjero son legalmente reconocidos, los hijos nacidos de matrimonios mixtos tienen la consideración de hijos naturales (es de señalar que los hijos de padres judíos que no están unidos en matrimonio tienen la consideración legal de hijos legítimos), y aquella persona cuya madre no sea judía no puede contraer matrimonio con un judío, ni tampoco recibir sepultura con las formalidades usuales en Israel (Arendt, Hannah, Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Barcelona, Lumen, 1967, pp. 18-19).

Prosigue Arendt:

Esta situación jurídica ha quedado más de relieve a partir de 1953, año en que una importante parte de las relaciones del Derecho de Familia pasó a la jurisdicción de los tribunales civiles, es decir, no religiosos. Ahora, por ejemplo, las mujeres tienen derecho a heredar y, en términos generales, su status legal es igual al del hombre. Por eso difícilmente puede atribuirse a respeto hacia la fe o el poder de una fanática minoría religiosa, la actitud del gobierno de Israel al abstenerse de transferir a la jurisdicción civil materias tales como el matrimonio y el divorcio, que ahora están reguladas por la ley rabínica. Los ciudadanos de Israel, tanto los que albergan convicciones religiosas como los que no, parecen estar de acuerdo en la conveniencia de que exista una prohibición de los matrimonios mixtos, y a esta razón se debe principalmente -como no tuvieron empacho alguno en reconocer diversos funcionarios israelitas, fuera de la sala de audiencia- que también estén de acuerdo en que no es aconsejable que se dicten disposiciones legales al respecto, por cuanto en ellas sería necesario hacer constar explícitamente, en palabras de claro significado, una norma de conducta que la opinión mundial seguramente no comprendería (op. cit., pp. 19-20).

Esta es una forma suave, e hipócrita, de decir que los judíos estaban engañando a todo el mundo, es decir, que estaban juzgando a los nazis por una práctica racista de segregación que ellos mismos reconocían como legal. Nosotros nos limitamos a añadir que fueron los nazis quienes la "copiaron" del judaísmo y no a la inversa como, según veremos, pretende Lenni Brenner.

Concluye Arendt:
A este respecto, Phillip Gillon escribió recientemente en "Jewish Frontier": "Las razones que se oponen a la celebración de matrimonios civiles radica en que éstos serían causa de divisiones en el pueblo de Israel, y también separarían a los judíos de este país de los judíos de la Diáspora". Sean cuales fueren los fundamentos de lo anterior, lo cierto es que la ingenuidad con que la acusación pública denunció las infamantes leyes de Nüremberg, dictadas en 1935, prohibiendo los matrimonios e incluso las relaciones sexuales extramatrimoniales entre judíos y alemanes, causó al público una impresión de desagradable sorpresa. Los corresponsales de prensa mejor informados se dieron perfecta cuenta de la paradoja que las palabras del fiscal entrañaban, pero no la hicieron constar en sus artículos. Sin duda, no creían que aquél fuera el momento oportuno para criticar las leyes e instituciones de los judíos de Israel (Arendt, H., op. cit., p. 20).

Los motivos de la autocensura de los periodistas seguramente no fueron tan honestos como Arendt pretende, hechos posteriores lo han demostrado hasta la saciedad. Pero más importante aquí es que la comunidad internacional fue engañada por un fariseísmo criminal, pues no sólo se estaba abominando de una doctrina racista que los nazis habían aprendido de sus víctimas, sino que, por otro lado, como argumentaremos en su momento, juzgábanse unos crímenes, a saber, los exterminios étnicos, cuyos antecedentes y legitimación también suponían una simple inversión, realizada en el seno del cristianismo en perjuicio de los judíos, de aquéllo que éstos habían considerado legítimo a lo largo de siglos cuando era aplicado a los gentiles. Así, las leyes de Nüremberg subvertían el racismo familiar de la ley rabínica, pero el holocausto subvertía el genocidio sagrado o anatema instituido por la Torah.

Habitualmente, se acostumbra a utilizar esta información en perjuicio de los judíos. Pero no hay que olvidar lo siguiente: si se rechaza el racismo judío, entonces hay que rechazar también el racismo de los nazis. Porque la paradoja con que, a la postre, nos topamos, no es sólo que vivimos a la sombra del dominio de la extrema derecha judía y de sus engaños universalistas o humanitarios ---perfectas armas de propaganda al servicio de un racismo despiadado---, sino que dichas ideas eran compartidas reactivamente por los nazis y que, con el triunfo del sionismo, también triunfó, de alguna manera, el aspecto más rechazable del "fascismo".

Por lo demás, el judaísmo no es un fenómeno meramente biológico (racismo etnicista) ni meramente cultural, sino que tiene en cuenta, en primerísimo lugar, los valores en los que el niño ha sido socializado por la madre. De ahí que, aunque alguien sea ateo y su madre convertida al judaísmo (¡¡¡antes de que quedarse embarazada!!!) pero de etnia noruega, el vástago será considerado judío para la comunidad talmúdica gobernada por los rabinos. La clave son los valores, pero no unos valores teóricos, mentales o intelectuales, sino los valores efectivamente interiorizados en las tempranas etapas de la educación infantil. Dichas "importancias constituyentes de mundo" determinarán cómo actúa de hecho la persona a lo largo de toda su vida y, por ende, la forma de su cuerpo e incluso sus ideas más abstractas. Hete aquí la "sabiduría" del judaísmo, aquéllo que debemos aprender de él por mucho que nuestros valores estén en las antípodas de los suyos. 

Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
8 de marzo de 2011

Actualizado el 26 de enero de 2020

Aviso Legal: https://nacional-revolucionario.blogspot.com/2013/11/aviso-legal-20-xi-2013.html


miércoles, marzo 02, 2011

Impostores (3). Edward R. Tannenbaum

Abro el libro de Edward R. Tannenbaum La experiencia fascista. Sociedad y cultura en Italia (1922-1945) y leo lo siguiente:

El propósito de este libro es evocar y describir la experiencia fascista, y no el emitir juicios morales sobre la conducta de individuos o grupos determinados. En mi opinión, el fascismo es un sistema terrible, cualquier otro tipo de régimen habría sido mejor y los italianos que lucharon contra él, en el exilio o en el interior, fueron los verdaderos héroes de la época de Mussolini (Tannenbaum, E. R., La experiencia fascista, Madrid, Alianza, 1972, p. 9).

En la página 197, me encuentro con lo siguiente:

De los auténticos subversivos se ocupaba la OVRA y el tribunal especial, más que la policía regular y los tribunales. En comparación con la Alemania nazi o con la Unión Soviética en la época de Stalin, su número fue considerablemente pequeño y el trato que les dio relativamente humano. Entre 1926 y 1943 sólo fueron condenadas a muerte 25 personas, y esta cifra incluye a varios espías y extremistas eslavos (op. cit., p. 197).

Nota 86.: Las cifras que se dan proceden de Ernesto Rossi, La pupilla del Duce l'OVRA (Parma: Guanda, 1956, págs. 131 y 133), quien a su vez las tomó de Adriano Dal Pone, Alfonso Leonetti, Pasquale Maiello y Lino Zocchi, Aula IV. Tutti i processi del tribunale speciale fascista (Roma: 1961). Esta publicación describe los procesos en el Tribunal Especial; dado que sus autores representaban a las víctimas (Associazione Nazionale per Perseguitati Politici Italiani Antifascisti), es poco probable que hayan minimizado las cifras dadas (op. cit., p. 197, todos los subrayados son míos, J.F.).

Me quedo literalmente estupefacto. Quien escribe y así se expresa es un universitario, un científico "liberal" representante arquetípico de la historiografía académica, esa que normalmente se contrapone a los "aficionados" revisionistas y demás "neonazis" disfrazados de historiadores. Pero la idea sustentada por Tannenbaum no se aguanta y tal evidencia podría captarla incluso un alumno de secundaria, y quizá hasta de primaria. Resulta que el régimen fascista es lo peor que podía haberles pasado a los italianos, pero, al mismo tiempo, y sin que la cara del autor de este libro se inmute por el espiritual fulgor de la incongruencia lógica, dicho régimen resulta que era "relativamente humano". ¿Cómo puede ser lo peor "relativamente humano"? ¿Qué sentido tiene esta caracterización? Que cada cual responda como pueda a esta pregunta liberadora.

Hacia una nueva cultura de la resistencia

Por otro lado, cuando Alemania atacó la URSS, en la Rusia bolchevique ya habían sido exterminadas 13 millones de personas. Y a la muerte de Stalin, las víctimas ascendían a 20 millones como poco (según Solzhenitsyn, a 66 millones). La masacre había continuado en este desgraciado país después del juicio de Nüremberg, cuando las potencias aliadas expulsaron a Alemania de la civilización por pisotear los derechos humanos de la etnia judía, mientras esas mismas potencias aplicaban el plan Kaufman/Morgenthau de aniquilación del pueblo alemán puertas afuera del edificio donde se estaba celebrando dicho procedimiento penal ignominioso, la más horrenda comedia de justicia que la historia recuerda.

Además, la afirmación de Tannenbaum quiere sostener el mito de Lenin, ése que permitió al comunismo seguir extendiendo el crimen de masas por todo el planeta hasta la caída del muro de Berlín y más allá. Reconoce, en efecto, Tannenbaum, que el fascismo fue humano "en comparación con la Unión Soviética", aunque, eso sí, de la Unión Soviética "en la época de Stalin". Se sobreentiende entonces que Mussolini sería "peor" que Lenin. Tales absurdas pretensiones axiológicas esgrímense a pesar de que, en los primeros dos meses que Lenin gobernara Rusia, restableció la pena capital y condenó a muerte a más personas que el odiado imperio de los zares a lo largo del entero siglo XIX. Y se mantiene la mueca, la obscena impostura intelectual, a pesar de que las 25 condenas a muerte ejecutadas en la Italia fascista ni siquiera se puedan comparar, tanto en naturaleza cuanto en número, con las 1000 personas inocentes que la banda terrorista marxista-leninista ETA ha asesinado (sin otro tribunal, especial o no, que el del tiro en la nuca) desde la constitución de la democracia española actual:

Entre 1825 y 1917, los denostados tribunales zaristas dictaron 6321 sentencias de muerte que no fueron ejecutadas en su totalidad. Tan solo en un par de meses del otoño de 1918, la Cheká fusiló a un número de detenidos que se acercó a los quince mil (César Vidal, Paracuellos-Katyn. Un ensayo sobre el genocidio de la izquierda, Madrid, Libroslibres, 2005, p. 48).

El carácter terrorista y criminal del leninismo está atestiguado nada menos que por el propio Trotsky, quien reconoce que era Lenin quien se encargaba de demoler los últimos escrúpulos que pudieran quedarles a los revolucionarios a la hora de exterminar sin compasión a sus adversarios políticos, que eran "todos", incluidos los socialdemócratas y los anarquistas, también de izquierdas:

Ha sido el propio Trotsky -que tendría un papel bien destacado en el uso del terror y que incluso escribió un libro sobre el tema- el que nos ha transmitido el testimonio de un enfrentamiento entre los eseristas de izquierda y Lenin con ocasión de la decisión bolchevique de que quien ayudase o alentase al enemigo sería fusilado en el acto. Al escuchar que los eseristas encontraban tal medida intolerable, Lenin señaló: "¿Creéis realmente que podemos salir victoriosos sin utilizar el terror más despiadado?". Como el mismo Trotsky indica, aquélla era una época en la que Lenin no perdía ocasión para inculcarles que la utilización del Terror era inevitable (Vidal, C., op. cit., p. 43).

Se cita como fuente la obra de Trotsky, Lenin, varias ediciones, p. 101 ss. Vidal no es más explícito pero no existe ninguna motivo para creer que dicho documento sea una invención.

Realmente, ¿el -relativamente humano- régimen de Mussolini era, para los italianos, "peor" que el comunismo implantado a la sazón en Rusia? ¿Y los auténticos héroes de Italia fueron en serio quienes lucharon por reproducir en el país transalpino las atrocidades que el pueblo ruso padeció hasta el exterminio étnico por parte de su propio Estado? ¿Por qué? Désenos una sola razón digna de ese nombre que justifique semejantes delirios dogmáticos. No la hay. Lo que hay es la indecente imposición burocrática de la religión antifascista, un lugar mental e institucional donde el razonamiento queda súbitamente perturbado por la amenaza penal, el oportunismo político o profesional y la irradiación psicológica del odio. Ésta es la verdad, la gran verdad de nuestras falsas democracias genocidas tuteladas por la judería.

El dogma de Tannenbaum, personaje de cuya etnia no quiero acordarme, es como una muestra de la célula germinal con que hílase el tejido cultural de la ciencia y la cultura después de la Segunda Guerra Mundial. Casi todo lo que desde entonces se ha producido y publicado "oficialmente" está contaminado por la ideología antifascista -contorsión litúrgica del racismo ultraderechista hebreo- y condenado de esta suerte a la más absoluta obsolescencia científica y moral. En un mañana no muy lejano, libros como el de Tannenbaum y muchos otros, serán contemplados cual ejemplos típicos de la impostura antifascista en una dilatada posguerra que duró décadas. Hitler dejará de encarnar el mal absoluto y personajes como Churchill harán enrojecer de vergüenza a sus propios compatriotas. El sionismo habrá quedado desacreditado para siempre, desaparecerá el Estado de Israel y el holocausto pasará a ser uno de los muchos crímenes de la historia. En cualquier caso, la ciencia historiográfica admitirá un genocidio judío de dimensiones harto más reducidas que las establecidas por esa especie de propaganda de guerra en la paz que se prolongara a lo largo de medio siglo XX -centuria del engaño-, después de que los alemanes depusieran las armas.

Balder, dios germánico
Y ya con el siglo XXI, que es también un milenio en pañales, surgen aquí y allá focos de resistencia que alumbran la inminencia de una nueva cultura post-antifascista. Las fuerzas del sistema oligárquico transnacional harán todo lo posible para ahogarla, pero, si el lugar común no se equivoca, la verdad siempre sale a flote, como un corcho en las aguas, por su propia espiritual e indomable inercia, a pesar de que la violencia física y psíquica pueda sumergirla compulsivamente durante mucho tiempo. Esta nueva cultura de la resistencia se anuncia con mil signos: nos encontramos en plena fase de transición hacia el tiempo nuevo. Ahora bien, pese al papel central que la revisión historiográfica, filosófica, política y hasta íntimamente moral del fascismo representará en la misma, no será una forma de neofascismo. Y estará bien que no lo sea, porque el fascismo falleció y, como un fantasma en pena, sólo pide ser enterrado y poder descansar en paz, con la justicia a la que todo hombre o grupo de hombres tienen derecho a pesar de los errores y hasta crímenes que hayan podido cometer. En definitiva, la superación del oprobioso antifascismo dará también el carpetazo final al expediente fascista y nos permitirá leer y comprender con libertad a los grandes pensadores del futuro, como Martin Heidegger, Ernst Jünger o Carl Schmitt, en calidad de guías filosóficos de la civilización occidental. Esa cultura racional que todavía ha de ofrecer su último y más preciado fruto, apiñada entorno a un valor ético -la ciencia- que no se confunde con la actual sociedad de consumo en decadencia. Tiene así que llegar el advenimiento de la verdad, de la finitud como respuesta a la pregunta por el sentido de la existencia humana. Noción que los primitivos germanos, y luego los griegos, ya experimentaron; significado que nosotros, a la postre, podremos ahora objetivar en forma de conceptos morales e institucionalizar como fundamento de una forma de vida totalmente inédita, aunque largamente gestada en las entrañas de ese proyecto histórico de libertad no en vano denominado occidente.

Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
2 de abril de 2011